La revista Rolling Stone me llamó un día en Hollywood y me pidió si podía ir a Motown Records y tomar unas fotos de los Jackson 5, que estaban ese mediodía allí contestando cartas de los fans.
Creo que me dijeron que me concentrara en Michael, el cantante principal. Fotografié a los Jackson 5 bastante a menudo en esos días, y él era tan joven y tenía esa voz de ángel, increíblemente pura... una hermosa voz.
Y además era un niño muy amable, muy tranquilo y educado. Simplemente le dije: “Hey Michael, mira así un minuto,” y así fue. Recuerdo que en un momento determinado estaba jugando con una llama, estaba fascinado con la llama, saben, como les suele pasar a los niños.
Michael siempre estaba muy tranquilo. Sus hermanos mayores eran más extrovertidos y ruidosos, siempre bromeando y riendo. Pero Michael revivía en el escenario; parece casi que vivía para esos momentos.
A principios de los 70 fui a un pequeño concierto en una escuela para niños ciegos de Los Ángeles. Yo estaba sentado con las piernas cruzadas a medio metro de Michael con todos esos niños en la primera fila. Su voz era de una calidad tan pura que removió algo dentro de mí.
Podía ver a todos esos niños escuchando emocionados, cautivados por su música. Cantaba de modo asombrosamente maravilloso. Era tal la alegría y la efusión de aquel sonido angelical que liberó algo en mi interior, y las lágrimas comenzaron a resbalar por mi cara.
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