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martes, 26 de octubre de 2010

Michael Jackson: la relación Odio-amor con su padre

Este es el discurso que Michael dio en una conferencia en Oxford. Se trata de una liberación de la nociva ira que sentía contra su padre .

"Seguramente a nadie le sorprenderá oír que no tuve una infancia precisamente idílica. Las tensiones y dificultades de mi relación con mi padre son sobradamente conocidas y están documentadas. Mi padre fue un hombre duro y desde muy temprana edad nos exigió mucho a mis hermanos y a mí para que nos convirtiéramos en los mejores artistas posibles".

"Le costaba mucho mostrar afecto, la verdad es que nunca me dijo que me quería y jamás me hizo un cumplido: si una actuación resultaba excelente, me decía que había estado bien, y si las cosas salían más o menos bien, me decía que había sido espantoso. Daba la impresión de que lo que más le preocupaba era convertirnos en un éxito de ventas, y eso, sin la menor duda, se le daba muy bien.


Como manager, mi padre era un genio. Mis hermanos y yo le debemos gran parte de nuestro éxito profesional, precisamente a aquella forma casi dictatorial que tenía de exigirnos constantemente. Él fue quien me enseñó a ser un artista y con él al timón el éxito estaba garantizado".

"No obstante, lo que yo quería era un padre, uno que me diera cariño y mi padre nunca lo hacía, nunca decía te quiero mucho mirándome a los ojos y nunca jugaba conmigo, nunca me llevaba en brazos, nunca jugábamos a tirarnos almohadas".


"Pero me acuerdo de un día -yo debía de tener unos cuatro años- en que fuimos a una especie de pequeña feria y me alzó para subirme a un poni: un gesto pequeño que a él seguramente se le olvidó al cabo de unos cuantos minutos, pero precisamente por ese minuto es por lo que mi padre ocupa un lugar especial en mi corazón. Así son los niños: le dan tanta importancia a las cosas pequeñas... Y para mí, ese momento lo significó todo. En ese instante experimenté una sensación que nunca volvió a repetirse, pero aquello hizo que cambiaran mis sentimientos hacia él y hacia el mundo".


"Resulta que ahora yo también soy padre. Un día estaba pensando en mis hijos, Prince y Paris, y en lo que quiero que piensen de mí cuando crezcan y, claro, me encantaría que se acordaran de que siempre deseaba llevármelos conmigo a todas partes, de cómo siempre trataba de ponerlos a ellos por encima de todo, incluidos mis discos y conciertos".

"Ahora bien, ellos también tienen que enfrentarse a retos en sus vidas, porque a mis hijos los persiguen los paparazzi constantemente y no siempre pueden hacer cosas normales, como ir a jugar a un parque o al cine conmigo. ¿Y si cuando se hagan mayores me echan en cara esas cosas y el cómo mis decisiones marcaron su infancia? ¿Por qué no tuvimos una infancia normal como todos los demás niños?, podrían preguntarme. Cuando pienso en ello, rezo para que mis hijos me concedan el beneficio de la duda, para que digan: Nuestro padre lo hizo lo mejor que pudo, en vista de las circunstancias únicas que le tocó vivir. Seguramente no era perfecto, pero sí un hombre cariñoso y decente que intentó darnos todo el amor del mundo".


"Confío en que mis hijos se fijarán en lo bueno, en los sacrificios que de buen agrado hice por ellos, y que no criticarán los sacrificios que las circunstancias hayan podido llegar a imponerles a ellos o los errores que yo haya podido cometer y que sin duda cometeré mientras siga criándolos. Todos hemos sido el hijo o la hija de alguien y sabemos que incluso si se tiene la mejor de las intenciones y hace uno todos los esfuerzos posibles, siempre se cometen errores. Es una característica ineludible de la condición humana".

"Cuando pienso en todo esto, en cómo tengo la esperanza de que mis hijos no me juzguen con mucha dureza y me perdonen todos mis defectos, no me queda más remedio que acordarme de mi propio padre y, pese a que hay una parte de mí que lo ha estado negando durante años, tengo que reconocer que debe de haberme querido. Me quería. Yo sé".


"Lo demostraba en detalles muy pequeños. Por ejemplo: yo era muy goloso de pequeño -todos éramos muy golosos-, y lo que más me gustaba eran los donuts glaseados, cosa que mi padre sabía. Así que, cada dos o tres semanas, cuando me despertaba por la mañana y bajaba a desayunar, me encontraba en la mesa de la cocina una bolsa de donuts glaseados; sin una nota, sin la menor explicación, sólo los donuts.

Era como si hubiese venido Santa Claus. A veces se me pasaba por la cabeza quedarme despierto hasta tarde para ver dejar los donuts en la cocina, pero, lo mismo que me pasaba con Santa Claus, no quería echar a perder la magia. Me daba miedo que si hacía eso no volvería nunca más. Mi padre tenía que dejar los donuts en la cocina a hurtadillas para que nadie lo pillara con la guardia baja,le daban miedo las emociones porque no las entendía o no sabía cómo lidiar con ellas. Pero de donuts sí sabía".


"Si permito que se abran las compuertas, me inunda una riada de recuerdos y anécdotas similares, de otros gestos pequeños que, por muy incompletos que fueran, me demostraban que hacía lo que podía".

"Últimamente he empezado a pensar en el hecho de que mi padre se crió en el Sur y su familia fuera muy pobre; la Gran Depresion lo pilló al principio de la adolescencia y su propio padre, que tenía que pelear mucho para alimentar a sus hijos, tampoco le mostró afecto jamás a su familia y crió a mi padre y a sus hermanos con una disciplina férrea. Quién podría siquiera llegar a imaginarse lo que debió de ser crecer en el Sur en aquellos años siendo negro y pobre, despojado de dignidad, privado de toda esperanza, luchando por hacerse un hombre en un mundo que lo veía como un subordinado. ¡Mi padre fue el primer artista negro que apareció en la MTV y me acuerdo de lo importante que resultó aquello, y estamos hablando de los ochenta!

Se mudó a Indiana y formó su propia familia, trabajaba largas horas en una planta de laminación de acero, un trabajo que te destroza los pulmones y amenaza el espíritu, todo para poder mantener a su numerosa familia. ¿Acaso es realmente tan extraño que le costara expresar su sentimientos? ¿Tan misterioso resulta que endureciera su corazón y erigiese toda una muralla emocional a su alrededor? ¿Qué otra opción le queda a un hombre cuando su vida es una lucha constante para tan solo ir tirando? Lo primero de todo:

¿es tan raro que nos exigiera tanto a sus hijos para que triunfáramos como artistas y librarnos así de una vida que -a él le constaba- estaba llena de indignidad y miseria? He empezado a darme cuenta de que incluso la extrema dureza con que nos trataba era una forma de amor, imperfecto si se quiere, pero amor a fin de cuentas. Me exigía lo indecible porque me quería, porque quería que ningún hombre mirara jamás por encima del hombro a ninguno de sus hijos".

"Y ahora, pasado el tiempo, en vez de amargura siento bendición; en vez de ira, he hallado absolución; he sustituido el deseo de venganza por el de reconciliación y mi furia de los primeros tiempos ha dado paso al perdón".


"Hace casi una década fundé de una organización benéfica que se llama Heal the World [Sanar el Mundo). El nombre está inspirado en lo que sentía dentro en muy poco podia imaginarme que, tal y como Shmuley me ha contado después, esas palabras forman uno de los pilares fundamentales de las profecías del Antiguo Testamento. De verdad creo que podemos curar a un mundo lacerado a diario por la guerra, el odio y el genocidio.

Y de verdad pienso que podemos sanar a nuestros niños. Los mismos niños que entran en el colegio empuñando una pistola, cegados por el odio, y abren fuego contra sus compañeros de clase como ocurrió en Columbine; niños capaces de matar de una paliza a un bebé inocente como en la trágica historia de Jamie Bulger (asesinado en Inglaterra por dos niños de diez años de edad). Por supuesto que lo creo, si no lo creyera no estaría aquí esta noche. Ahora bien, todo empieza por el perdón, porque para sanar al mundo tenemos que sanarnos a nosotros mismos primero y para sanar a nuestros niños tenemos que haber sanado antes al niño que todos llevamos dentro".

"Como adulto y como padre, me doy cuenta de que no puedo ser humano completo ni un padre capaz de comprometerme del todo a amar de manera incondicional hasta que no haya exorcizado los fantasmas de mi propia infancia".

"Y eso es precisamente lo que les estoy pidiendo que hagan, que vivan conforme al quinto de los mandamientos y honren a vuestros padres no juzgándolos. Concédanle el beneficio de la duda, comprendan que ellos también tenían sus propias luchas, sus heridas, sus propios traumas, y aun así hicieron lo que pudieron".

"Esa es la razón por la que quiero perdonar a mi padre y dejar de juzgarlo. Quiero perdonarlo porque quiero un padre y él es el único que tengo. Quiero desprenderme de la carga del pasado y quiero tener la libertad de iniciar una nueva relación con mi padre de ahora en adelante, una que no sea enturbiada por los espectros del pasado.

Shmuley y yo, que hoy presentamos esta iniciativa, somos miembros de la comunidad judía y negra respectivamente, y ambas han tenido que enfrentarse a grandes horrores y atrocidades a lo largo de su historia. ¿Cómo consiguen nuestras comunidades perdonar los crímenes horribles de los qué han sido víctimas sin por ello borrarlos de la memoria? Recordando.

Las historias pasan de generación en generación, pero también vamos más allá de las historias. En un mundo lleno de odio, todavía osamos tener esperanza. En un mundo lleno de ira, todavía osamos ofrecer consuelo. En un mundo lleno de desesperación, todavía osamos soñar. Y en un mundo lleno de desconfianza, todavía osamos creer".

"A todos los que están hoy aquí y sientan que vuestros padres los defraudaron, les pido qué no de aferren más a esa decepción. A todos los que están hoy aquí y sienten que vuestros padres los han engañado, les pido que no se engañen a vosotros mismos. Y a todos los que están hoy aquí y tienen ganas de mandar a vuestros padres al cuerno les pido que en vez de eso les tiendan la mano".

"Y es que, en lo que a dolor se refiere, las cuentas nunca acaban de cuadrar. La venganza no puede restituirnos nada. Si perdonamos a nuestros padres no estamos negando que tal vez se equivocaran, no estamos disculpando su pecado ni haciendo de ellos unos santos o unos mártires.


Albergando resentimiento en contra de tus padres nunca conseguirás el amor que anhelas tan desesperadamente. Pagar con la misma moneda nunca hace que nuestra vida sea mejor. El dolor es permanente, el sufrimiento es permanente, es un círculo vicioso sin principio ni fin. Los bakongo tienen un refrán que dice: vengarse es sacrificarse a uno mismo. Pues bien, amigos míos, nuestra generación ya se ha sacrificado y ha sufrido bastante".

"Así que, en lugar de eso, les estoy pidiendo, me estoy pidiendo a mi mismo, que les regalemos a nuestros padres un amor incondicional para que ellos también puedan aprender a amar de nosotros, sus hijos; para que por fin el amor vuelva a un mundo desolado. Shmuley me contó una vez una antigua profecía blblica según la cual llegará el dla en que los corazones de los padres serán restaurados por los de los hijos. Nosotros somos esos hijos, amigos míos. Mahatma Gandhi decía que el débil nunca podrá perdonar, que la capacidad deperdonar es propia de los fuertes. Así que, hoy, sean fuertes. Más que ser fuertes, hagan frente al mayor reto que existe, el de restaurar esa alianza rota enseñando a nuestros padres cómo se ama. Todos debemos superar lo que nos haya cortado las alas de niños y, en palabras de Jesse Jackson, perdonarnos, redimirnos y pasar la página".

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