esta es una historia con suerte de una familia gringa que tuvo a Michael Jackson en su casa por 9 días wOoOw
Michael Jackson durmió aquí
Mike con la familia Walters
En un momento duro de su vida, El Rey del Pop buscaba un lugar seguro y acabó en nuestra casa. Esta es la historia de cómo Michael Jackson — el Rey del Pop y en ese momento, el hombre más buscado se ocultó en mi casa.
Para su gente, Jackson era llamado en clave 'Principal'. En nuestra familia lo llamabamos el 'Secreto' — un secreto que guardamos durante nueve días hace cinco años. Entonces creímos, como lo creemos ahora, que no revelar los asuntos de Jackson era lo correcto. Ahora que ya no está, podemos contar porqué y cómo lo conseguimos.
Fue en marzo de 2004. El año anterior, Jackson había aparecido en TV explicando porqué creía que era normal que los adultos compartieran la cama con niños, que era lo más amoroso que se podía hacer. Lo que él veía como inocente, el fiscal del distrito de Los Angeles lo vió como criminal. Se rumoreó que Jackson sería acusado de abusos ante un Gran Jurado de Los Angeles. El Rey del Pop se convirtío en objeto de ridículo. Se había ido el niño que había labrado su camino hasta el corazón de las generaciones. Se había convertido en un infantiloide sospechoso de pedofilia.
En abril de 2004, Jackson iba a recibir un premio de la Asociación de Esposas de Embajadores Africanos por su trabajo humanitario. Algunos de los periodistas que se acreditaron para el evento sólo querían preguntarle sobre lo que había pasado en Neverland Ranch. Así, un viaje de rutina a Washington fue de todo menos de rutina. Jackson necesitaba un lugar donde alojarse, y sus allegados no encontraban una habitación de hotel aceptable en Washington.
La agente de propiedad asignada a buscar ese lugar se estaba quedando sin opciones. En una parada que hizo para comer, vio el número de abril de 2004 de Washingtonian. En ella aparecía un artículo titulado “Grandes lugares para vivir” en el que aparecíamos yo, mi esposa, y mis dos hijos en la portada. El artículo hablaba sobre cómo diseñamos una casa cerca de Leesburg sin tapias y rodeada de espacios abiertos. La agente nos conocía lo suficiente como para coger el teléfono y pedirnos que consideráramos dejar que Michael Jackson y sus hijos se quedaran en casa.
¿Qué harías si de repente te llamara una amiga para sugerirte que Michael Jackson podría estar interesado en tu casa? Al principio pensamos que era una broma. Pero iba en serio.
El domingo anterior, nuestro Reverendo, el Dr. Norman A. Tate, en su sermón, habló del Buen Samaritano. El Reverendo Tate fue la primera persona a la que consultamos. ¿Deberíamos ofrecer un lugar seguro a Jackson? Esa noche, tras una votación familiar, nos pusimos de acuerdo en los detalles y comenzamos a preparar la llegada de la familia Jackson.
Michael Jackson viajó con un grupo de 14 personas. Dos cocineros, tres niñeras, tres hijos, asistentes personales, tutores, seguridad y el própio Jackson. El entra, nosotros salimos. Nos quedamos en un hotel. Los que le rodeaban le llamaban el 'Cliente' o 'Principal'. Rara vez le llamaban por su nombre. Había Hummers y furgonetas como para que pareciera una visita de un Jefe de Estado, que es lo que sospechaban nuestros vecinos.
Antes de que se mudara, había que peparar la casa. Su gente tapó todas las ventanas de cristal y las puertas. Tenía que tener toallas y sabanas blancas. Su ambientador favorito, aroma de las montañas, fue vaporizado por toda la casa y duró dos semanas después de que se fuera. Entonces, cuando cayó la oscuridad, llegó. Su jet privado voló hasta el aeropuerto de Leesburg.
Esa tarde, mientras nos mudábamos, cenamos en un restaurante local, cortesía del cantante, y nos preguntamos si estaría disfrutando de nuestra casa tanto como lo hacíamos nosotros. Nos preguntamos si admiraba las vistas a las Blue Ridge Mountains desde la terraza y si había advertido que en nuestra propiedad había 7 tipos distintos de aves. ¿Habría tocado nuestro gran piano? ¿Se divertirían sus hijos en nuestro pequeño estudio de baile? ¿Le gustaría la piscina y la sauna o prefería simplemente estar oculto?
A la mañana siguiente nos llegaron invitaciones para asistir a varios eventos, incluyendo la recepción de los Embajadores Africanos. Antes de que llegara Jackson a la gala, toda la elite afroamericana de Washington eseraba paciente. Hubo algunos comentarios sucios, algunas parejas hablaban de que no dejarían a sus hijos cerca de Jackson. Cuando llegó comenzó la estampida. Los que más le habían ridiculizado estaban en primera fila.
Su asistente nos colocó a nosotros en primer lugar para recibirle. Nos habían dicho que Jackson quería conocernos para darnos las gracias por dejarle usar nuestra casa a él y a sus hijos. Nos habló de las fotos de familia que teníamos en las paredes y lo cómodo que le parecía el lugar.
Todo fue muy agradable, pero se notaba que había algo en él que no cuadraba. Se notaba que ocultaba algo: que había crecido sin tener niñez y que nuestra casa estaba llena de recuerdos de niñez que el dinero no podía comprar, bautismos, cumpleaños, aventuras familiares.
Para mantener en secreto su estancia, ibamos allí por la mañana a tiempo de que nuestras hijas pudieran coger el bus escolar. Siempre nos recibía uno de los guardaespaldas de Jackson vestido de negro. Le dije que si quería que permaneciera en secreto la estancia de Jackson, no hacía falta que nos recibiera cada mañana como si fuera Mister T.
Los periodistas estaban como locos buscándole. Temiamos que el circo mediático llegara a nuestro vecindario. Nuestras hijas, que tenían 13 y 15 iban todos los días al colegio preguntándose si conseguirían esquivar la locura.
El octavo día, nos sorprendió que Jackson no estuviera preparado para irse como decía el acuerdo. Esa noche, había organizado una recepción privada con vino y queso en nuestra casa para que nuestros hijos pudieran conocerle. Fue más que amable. Mientras yo trabajaba, mi esposa e hijas fueron recibidas por Jackson y sus tres hijos. Hablaron sobre la niñez y la normalidad. Sus hijos eran muy comunicativos; él hablaba bajito pero lo disfrutaba. Mi esposa le describe como a un buen hombre que obviamente adoraba a sus hijos y ellos a él. También quería que tuvieran disciplina. Posó para fotos y firmó varias cosas, incluyendo CDs.
El noveno día, Jackson y sus hijos se habían ido.
Algunas botellas de vino vacías daban una pista sobre un hombre que ahora sabemos que vivía profundamente atormentado. Había otros signos, pero mi esposa y yo acordamos guardar el secreto. Supimos por sus representantes que Jackson solía vivir por la noche y dormir durante el día.
Una visita de invitados a nuestra casa siempre acaba en una conversación sobre la visita de Jackson. Su foto, tomada cuando estaba junto a nuestro piano, está sobre una mesa en el salón. Todo el que la ve se pregunta cómo sería hablar con él y dejarle vivir en nuestra casa.
Siempre me preguntan porqué no hablé nunca sobre la estancia de Michael Jackson en casa. Digo que vi a Jackson en tres ocasiones en mi vida, dos de ellas cara a cara.
La mayoría de afroamericanos de mi generación conocimos a un joven Michael Jackson por la radio o por un amigo que tenía sus discos. Para mi fue con un single que sonaba en la barbería de Sonny Mason en mi pueblo de Wheeling, West Virginia.
El segundo encuentro fue en 1984 cuando Jackson y sus hermanos empezaron su Victory Tour en Kansas City. Yo estaba entre los reporteros que cubrían el evento a pesar de que me importaba menos la fama de Michael Jackson que los beneficios que traería la gira a las ciudades donde actuaría. Esa noche, recibí dos enradas para asistir al concierto y a una recepción privada en el Arrowhead Stadium. En una fila para recibir a los Jacksons, vi a Michael en persona por primera vez. La tercera fue la de Washington.
Yo también me pregunto porqué nunca había hablado de su estancia en casa. ¿Puede ser porque Jackson y yo tenemos la misma edad o por el hecho de que, como muchos afroamericanos, me gusta recordar al niño de Gary, Indiana, más que al hombre con otra reputación? Quizá porque lo sugirió el Reverendo Tate, creí que era lo correcto.
Cuando se supo de la muerte de Michael Jackson el 25 de junio, mi familia y yo lloramos no al Rey del Pop sino a la persona atrapada dentro de un mundo que no era su própia creación, un hombre que llegó a nosotros buscando un sitio para quedarse a través de sus representantes. Cuando nos sentamos en el porche y miramos hacia las Blue Ridge Mountains, creo que él las estará mirando cada noche, con su perfecta puesta de sol.
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