la portada del libro de Keith
Se trata de "Baby, you can drive my car", de Keith Badgery, uno de los chóferes de MJ durante la primera parte del Dangerous Tour, Como es un texto bastante largo pero que vale la pena leerlo, lo dividiré en varios posts.
Keith cuenta que escribió el libro después de 20 años llevando a estrellas como The Rolling Stones, Rod Stewart, Barbara Streisand, Frank Sinatra, Mariah Carey, Celine Dion, Gloria Esterfan, Madonna, Prince, U2, David Bowie, etc...
Antes de publicarlo envió una copia a dos de los principales artistas que aparecen en el libro..."Enviamos el manuscrito a Mick Jagger y Michael Jackson ya que, aunque no había escrito nada negativo de ninguno de ellos, prefería saber si estaban cómodos con lo que escribí. La respuesta de la oficina de Michael fue favorable, y MJ me deseó suerte con el libro.
Una aclaración: el autor se refiere varias veces a "un amigo" con el que va Michael. Deduzco que se se trata de su amigo Brett Barnes quel le acompañaba siempre en esa época.
El avión apareció en el cielo y a mi alrededor, la gran masa de gente comenzó a revolverse. "¡Es él!" dijo una voz desde algún punto de la masa. Otro fan recogió el testigo. "¡Es él!, ¡Es él!" La excitación se hacía palpable mientras más y más miembros del grupo comenzaban a elevar el canto "¡Es él!, ¡Es él! ¡Es Michael! ¡Michael! ¡Michael!"
Había miles de personas apiñadas en el aeropuerto ese día en Munich en 1992 mientras la estrella de pop más grande del mundo estaba a punto de comenzar su segunda gira en solitario. Y, aunque la gente se comportaba correctamente, había algo así como un sentimiento de expectación febril a nuestro alrededor, incluyendo la mía, mientras el avión que llevaba a Michael Jackson tocaba tierra. Michael no sólo es el mayor artista del mundo, sino uno de los más misteriosos, y en ese momento íbamos a verle en persona. Poco me imaginaba en ese momento que iba a llegar a tener una breve amistad con el hombre en persona y que llegaría a asomarme a las bambalinas de una leyenda del mundo del espectáculo.
Por entonces era junio y el comienzo del ‘Dangerous’ tour de Michael, una gira que batiría records y le establecería más firmemente que nunca como el mayor artista de la era. Era un esfuerzo impresionante. La primera fecha de la gira fue en el Olympic Stadium de Munich el 27 de junio, cuando Michael actuó frente a un estadio lleno con más de 72.000 personas. La gira estaba planeada para durar un año y medio, acabando en Mexico City en noviembre de 1993 y aunque algunos de los conciertos fueron cancelados por enfermedad de Michael, actuó en 67 conciertos ante aproximadamente 3.5 millones de personas.
En el curso de la gira donó todos los beneficios a la caridad, incluyendo a su própia fundación benéfica Heal the World y su concierto de Bucarest fue vendido a la HBO por 20 millones de dólares. Esto creó otro record mundial, igual que la emisión; consiguió la mayor audiencia de un canal de cable – 34 por ciento – y recibió el Cable Ace Award. La puesta en escena era fenomenal: llevaba tres días para levantar el escenario y aviones de carga tenían que transportar veinte camiones de equipo de ciudad en ciudad.
Comenzaré diciendo que, personalmente, no tengo nada que ver con Michael. Yo llevaba a sus guardaespaldas en el tercer coche de seguridad, mientras Michael normalmente viajaba en un minibus de lujo modificado con recursos para comer y dormir. Desde el primer momento te das cuenta de que no es la típica superestrella. A cualquier parta que fuéramos, se cortaban calles y se paraba el tráfico para su llegada, una escolta policial nos acompañaba a través de las ciudades y la masa de gente se volvía absolutamente loca. Una vez no llevábamos escolta en nuestro convoy de tres vehículos yendo de una ciudad a otra y es estuvo a punto de provocar un incidente potencialmente feo.
Michael iba en su furgoneta y otro conductor, Stan, y yo le seguíamos en dos coches. De repente sonó mi walkie-talkie. ‘Keith’, dijo Stan, ‘¿qué está pasando detrás nuestro?’
Miré por el retrovisor y al principio vi un par de motos. Luego se unieron otras dos a ellas hasta que vi como nos seguían docenas de motos y de repente me di cuenta de que estábamos siendo perseguidos por una banda de cuarenta o cincuenta moteros alemanes. ‘Esto no me gusta, Stan,’ le dije por el walkie-talkie. ‘Será mejor que aceleremos la marcha del minibus.’
Los tres pusimos los pies en los aceleradores, pero las motos corrían más y no tardaron en rodearnos. Un minuto después, habían metido sus motos entre los coches para separarnos. La situación empezó a darme bastante miedo. Mi walkie-talkie volvió a sonar. ‘Esto es lo que vamos a hacer,’ dijo Stan. ‘Acércate lo más que puedas a la cuneta por tu lado y yo haré lo mismo por el otro lado.
Luego nos acercaremos lo máximo posible al bus de Michael en forma de V y le aislaremos de las motos.’ Eso es lo que hicimos y funcionó; las motos tuvieron que reducir la velocidad. Estaban furiosos, nos insultaron y escupieron intentando volver a meterse otra vez entre nosotros, pero esta vez no pudieron. Yo mantenía mi coche exactamente a cinco centímetros del bus de Michael y Stan conducía a cinco centímetros detrás de mi hasta que el último motero se cansó de la persecución y se volvió a buscar bronca a otra parte. Michael estaba durmiendo en ese momento; nunca supo lo que ocurrió.
Todavía no había estado propiamente con Michael, y fue porque casi hago un desastre por el que pensé que me despedirían, por lo que nos hicimos amigos. Michael estaba en Roma y quería ir a Florencia para ver un cuadro que estaba pensando comprarse. Había unos 2000 fans delante del hotel, así que conseguir sacarle y meterle en el hotel y llevarle por la calle no era una tarea fácil. Su seguridad formuló un plan. Varios coches se colocarían en varias puertas del hotel, mientras el coche oficial de Michael y la escolta policial estarían en la puerta principal. La elección del coche se haría en el último minuto. De repente sonó mi walkie-talkie. ‘Keith, será en tu coche,’ dijo el jefe de seguridad de Michael. ‘Prepárate. Vamos hacia ti.’
En cuanto a mi, estaba a punto de embarcar en una de las aventuras más excitantes de mi carrera. Iba a pasar cuatro meses como uno de los conductores de Michael y mientras acercaban a su avión al edificio del aeropuerto, paraba y fue instantáneamente rodeado por la escolta policial, apenas podía contenerme. Tampoco los espectadores.
Los gritos de ‘¡Michael! ¡Te queremos!’ fueron in crescendo hasta un rugido ensordecedor; sentía como si se estuviese moviendo el suelo. Y eso no fue nada comparado con el momento en que se abrió la puerta de Michael descendió vestido con su típica indumentaria militar y levantó la mano para saludar a sus fans; el ruido que salió de la masa de gente debió reverberar hasta en el último árbol de los bosques de Bavaria. La seguridad tuvo que apañarse para contener a las hordas extasiadas, sufrieron la histeria de la masa en sus manos. He sido chófer para algunos de los nombres más importantes del mundo del espectáculo, pero jamás había visto una reacción como la que tiene el público con Michael Jackson.
Abrí la puerta del coche y de repente Michael Jackson estaba a mi lado. Le metí a él y a un amigo en el coche, mientras la hija de un promotor de conciertos se sentó delante conmigo. Michael tardó dos segundos en moverse desde la puerta del hotel hasta el coche, pero esa vez le vieron, comenzaron los gritos y un momento después el coche estaba rodeado de fans.
Había dos hombres de seguridad delante nuestra: se las arreglaron para abrir un camino entre los histéricos seguidores para que pudiera salir con el coche. Pero justo cuando iba a salir, Michael me puso la mano en el hombro. ‘¡Para!’ dijo. ‘¡Alguien le ha cogido la gorra a mi amigo!’
Paré, pero no me hizo gracia. ‘Esto no es seguro, Michael,’ le dije, mientras los hombres de seguridad nos hacían señales frenéticamente para que saliéramos. ‘En una de estas avalanchas puede pasar cualquier cosa.’
Me moví de nuevo. ‘¡No salgas!’ pidió Michael. ‘¡Quiero esa gorra!’
Los hombres de seguridad estaban ya como locos. ‘¡Vamos!’ chillaba uno mientras la gente rugía y se acumulaba a nuestro alrededor. ‘¡Sal ya! ¡Os tenéis que mover!’
“Te conseguiré otra gorra' dijo la chica que estaba a mi lado. "Por favor Michael, tenemos que salir".
Michael finalmente accedió y justo cuando la gente estaba golpeando el coche, pudimos movernos. El plan era ejecutar una serie de giros a la derecha para volver a la puerta principal del hotel, donde la seguridad pudiera reengancharse, pero había tanto tráfico que nos vimos forzados a torcer a la izquierda hacia una calle de un sólo sentido y encima en el sentido incorrecto.
No había manera de que pudiera dar la vuelta, pitando y haciendo cambios de luces conseguí escapar del atasco. Luego hice otros giros a la izquierda y de repente me di cuenta de que estaba totalmente perdido, eso por no hablar de que llevaba atrás a Michael Jackson y no llevaba seguridad que le protegiera. Por un momento estuve dando vueltas pero no conseguí nada. No había nada que hacer: tenía que admitir que íbamos mal. ‘Estoy perdido,’ dije.
‘No pasa nada’ dijo Michael con su voz suave. ‘¿Qué hacemos ahora?’
La chica que estaba sentada a mi lado no estaba tan calmada. ‘¡Vuelve al hotel!’ dijo. ‘No puedes conducir por Roma con Michael y sin seguridad. ¿Qué pasaría si alguien lo reconoce? ¡Sería una calamidad!’
Tenía razón. Michael Jackson es una de las personas más reconocibles del planeta y la histeria que le rodea es tal que, aunque sus fans no tengan intención de herirle de ninguna manera, hay un peligro real que puede levantar esa violencia. Además, desde el terrible asesinato de John Lennon en New York en 1980, todas las estrellas tienen que ser más cautas. The Beatles podrían pensar que eran mas famosos que Jesús, pero Michael era sin discusión más grande que The Beatles en ese momento de su carrera. Necesitábamos una decisión rápida
‘Michael,’ dije, ‘¿qué quieres que haga? ¿Puedo ir hasta Floriencia y busco allí a los otros coches?’
Michael vaciló. ‘Creo que será mejor que volvamos al hotel,’ dijo y dimos la vuelta con el coche para regresar. Michael estaba muy tranquilo, pero creo que noté que estaba empezando a estar un poco tenso. Por fin encontré el camino de vuelta, pero tenía otro problema más. Michael estaba tumbado en el suelo del coche cuando llegamos al hotel para que no le pudieran ver los fans y crear una avalancha, pero cuando estábamos a unos 20 metros de la entrada del hotel, un camino bloqueado por seis filas de coches aparcados y nadie de seguridad a la vista. ‘No hay nadie, Michael,’ dije ‘vamos a tener que correr. Prepárate.’
La chica que estaba a mi lado salió primero para avisar al hotel. Me di la vuelta hasta la puerta de Michael y la abrí. Michael salió de un salto. Yo le rodee con un brazo y usé el otro para apartar a la gente, que casi tiene un ataque de histeria cuando advirtió que después de todo, él iba en el coche. Nos lanzamos a través de ellos a toda velocidad, logramos llegar a la puerta giratoria del hotel, en ese momento uno de seguridad bloqueó la puerta, pero me di cuenta que el amigo de Michael estaba atrapado fuera. "¡Dejadle pasar!" grité y el amigo pudo atravesarlas antes de que la gente alcanzase la puerta del hotel.
Subí las escaleras hacia mi habitación para hacer las maletas, porque estaba seguro de que tras el caos que provoqué me mandarían a casa. Un momento después entró mi jefe. "¿Qué haces?" preguntó.
‘Recogiendo mis cosas. Estoy despedido ¿no?’
‘¿Bromeas? preguntó mi jefe. ‘Has conseguido devolverle al hotel sano y salvo tú solito; normalmente se necesitan unos nueve hombres de seguridad. Michael está muy tranquilo al haber podido regresar y está hablando muy bien de ti.’
Y así fue como comenzó una breve amistad con una de las personas más buenas que he conocido en mi vida.
CONTINUARÁ...
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