Traducido por Bluesaway para mjhideout
LA SALA DE JUEGOS
Después de cenar se sirvió el postre en la sala de juegos justo detrás de la casa. Yo había estado en ese edificio muchos años antes, poco tiempo después de que la casa fuera construida por un amigo de la familia llamado Bill Bone. Fue construido entre la piscina y la pista de tenis. Cuando vi la pista de tenis recordé haber jugado dobles allí unos años antes. Al entrar en la sala vi que había una segunda planta que no recordaba haber visto antes. De hecho, la única cosa que reconocí fue la escalera que bajaba a lo que entonces era una bien surtida bodega.
Ahora, cada tipo de video-juego que puedan imaginar ocupaba cada centímetro del espacio del interior del edificio. Había máquinas de pinball, una cabina de fotos e incluso una de esas máquinas para grabar peniques. Sonaba música rock en todas las máquinas y el ruido en el lugar era tal que tenías que gritar para hablar con alguien a tu lado. Recuerdo que pensé que la factura de electricidad debía ser enorme.
Había un gran video-juego, en el que de hecho subí, que ocupaba el espacio que había sido la entrada a la pista de tenis. Una vez dentro del juego era como si fuera un piloto de caza dentro de una cabina de avión. Cuando te ponías el cinturón y la puerta se cerraba, había una pantalla frente a mí en la cual podía ver a los aviones enemigos disparando en pleno vuelo. Si giraba el volante a derecha o izquierda, todo el aparato hacía lo mismo. Si lo echaba hacia atrás, la máquina entera se giraba hacia arriba y me ponía de espaldas de modo que un poco más y me daba la vuelta entera! Tan divertido como parecía ser, te dejaba tan desorientado que me hacía sentir un poco enfermo y tuve que parar y salir. Le dije a Mason que lo probara pero creo que era algo intimidante para él porque se negó.
Había un bar en una de las paredes que servía helado de chocolate, vainilla y una mezcla de los dos sabores si querías. También un refrigerador con puertas de cristal para poder ver el interior. Había toda clase de helados, Eskimo, Pies, Big Stcks y Haagen Dazs. Cerca de él había un mostrador con el frente de cristal tras el cual había toda clase de chucherías que se pueda imaginar.
Todos fuimos de un lado a otro probando diferentes juegos. Recuerdo haber mirado a Michael en un momento dado cuando la música estaba sonando con gran estruendo y estaba haciendo el moonwalk y bailando como si fuera la única persona en la habitación. No estaba exhibiéndose, solo disfrutaba de la música. Sería la única vez que le vi haciendo esto. En futuras visitas le pedí en diferentes ocasiones que me enseñara cómo lo hacía pero siempre tenía una excusa para no hacerlo (los zapatos no eran adecuados, le dolían los pies, el suelo no era apropiado, etc). Al final me di cuenta de que probablemente le habían pedido hacerlo demasiadas veces.
Una vez le pregunté qué pasaría si lo hiciera a la inversa y él me preguntó: ‘¿qué quieres decir?’ Le dije: “Bueno, cuando haces el moonwalk parece que estás intentando caminar hacia atrás en una cinta transportadora del aeropuerto, yendo en dirección opuesta. ¿Qué pasaría si tratas de hacer lo contrario, parecería que estás caminando de espaldas en una cinta transportadora yendo hacia adelante?” Michael lo pensó por un minuto y dijo: “No lo sé. Tendré que pensar en ello”. Nunca le pregunté si lo había intentado alguna vez.
Creo que la única razón por la que le pedí que me enseñara el moonwalk tan a menudo era porque Michael era famoso por este movimiento. Aunque nunca accedió a hacerlo hay algo más que añadir a la historia. En alguna de nuestras conversaciones volvió a salir el tema y le pregunté: “Cómo se te ocurrió el moonwalk? ¿Estabas trabajando en pasos de baile y tuviste algún destello que te hiciera pensar en ello? Sonrió y me miró de frente diciendo: “¿Realmente crees que yo lo hice?” Le sonreí a mi vez y le dije: “Claro, siempre me lo he imaginado porque no he visto a nadie más hacerlo nunca.”
Michael dijo: “Bueno, nunca lo hice hasta un día en la ciudad de Nueva York. Estaba sentado en la parte de atrás de una limusina mirando por la ventana. Estábamos en alguna calle cuando vi a unos chicos bailando y dando vueltas y allí fue donde lo vi.
Uno de ellos estaba haciendo el moonwalk. Tenía que salir y verlo de cerca así que le dije al chofer que parara y retrocediera. Salí y crucé la calle hasta la esquina y le pedí que me enseñara cómo lo había hecho y lo hizo. No puedo concederme el crédito por ello. Fue ese grupo de niños quienes me enseñaron. Después lo probé en el escenario y la gente se volvió loca, de modo que lo mantuve como parte del espectáculo”. Cuando recuerdo la historia que Michael me contó no puedo evitar sonreír mientras pienso en aquellos chicos; lo que debe haber sido para esos chicos que Michael Jackson se les acercara en la calle de esa manera. Probablemente todavía estén contando esa historia.
LA PLANTA ALTA
Después de pasar casi una hora en la sala de juegos, Michael me dijo que quería llevarnos a la casa para enseñarnos algo. Para entrar de nuevo en la casa había que pulsar un código electrónico para abrir la puerta. Nos llevó arriba a una gran habitación de juegos sobre el comedor. Al fondo había una figura de tamaño natural de Darth Vader hecha totalmente a base de Legos. Después de contarnos su origen; que he olvidado, Michael fue a los armarios y cajones que había por la habitación y empezó a sacar juguetes y a dárselos a Mason. Michael estaba tan entusiasmado sacando juguetes de los armarios como Mason mirando lo que sacaba de ellos.
Le recuerdo sacando una máscara de goma de Darth vader y dándosela a mi hijo diciendo: “Toma Mason, quiero que tengas esto. ¿Sabes quién es Darth Vader?” Mason respondió, “Sí, lo sé pero no puedo aceptarlo. Sé cuánto cuesta y es muy cara”. Michael dijo: “No, está bien, de verdad. Insisto en que te la quedes”. Mason me miró y le sonreí asintiendo. Se volvió hacia Michael y dijo: “OK. Me la quedaré con una condición”. Michael preguntó: “¿Cuál?” Mason contestó: “Que la firmes en el interior”. Michael se rió mirándome, abrió los ojos un poco y asintiendo dijo: “Chico listo!”.
Michael volvió la máscara del revés y procedió a firmarla. Escribió: “Para Mason, tu amigo Michael Jackson”. Aunque Michael intentó darle muchos más juguetes, Mason se quedó completamente satisfecho con la máscara de Darth Vader. Después de dejar la habitación de juegos Michael nos llevó al cine, a una media milla de la casa.
Era un edificio grande con un camino circular frente a algunas estatuas de bronce representando a niños junto a uno de los lados de la entrada.
Entramos al interior donde había un mostrador de cristal repleto con todo tipo de chucherías imaginables. Detrás de mostrador había una máquina de palomitas y a su lado un dispensador de helados. También había otro gran congelador con puertas de cristal deslizables lleno de barras de helado. Nos servimos nosotros mismos unos helados con algunos de los acompañamientos que había en los dispensadores. Michael llamó al operador de cabina para que bajara a hacernos unas palomitas. “Mantengo todo esto bien surtido para que los niños que vienen de las escuelas a pasar el día en Neverland puedan tener todo lo que quieran. No hay caja registradora aquí porque nadie paga nada en Neverland,” dijo Michael.
A cada lado del mostrador había puertas que dirigían al teatro. Las sillas podían reclinarse hacia atrás y uno podía mecerse en ellas. Eran tan grandes y confortables como los asientos del salón. El frente de la sala tenía grandes cortinas que se abrían dejando ver la pantalla detrás. Ésta se levantaba para dejar ver un escenario con suelo de madera donde Michael dijo que practicaba sus bailes para sus videos.
En la parte de atrás del cine había dos grandes ventanas de cristal en la pared. A través de ellas se podían ver una cama en cada una. Michael dijo que las había incluido en el diseño de la sala para que los niños postrados en cama pudieran disfrutar de una película en un cine real.
Esa noche no vimos una película pero vimos muchos dibujos animados y algunos de los videos de Michael. Con el tiempo vimos en ese teatro muchas películas que se estaban proyectando al mismo tiempo en los cines. Michael tenía algún tipo de trato para poder recibir cada nuevo estreno. De hecho, camino del teatro había posters anunciando los estrenos o los próximos estrenos en Neverland colgados en grandes paneles de cristal a ambos lados de la carretera.
Después de salir del cine fuimos a una enorme feria llena de cacharros como los que podrían encontrarse en un parque de atracciones. Toda la zona estaba iluminada con brillantes luces de colores. Sonaba la música en todas las atracciones y Michael nos llevó primero a los coches de choque. Siempre había dos hombres jóvenes allí para llevarnos a la atracción que quisiéramos. Los coches de choque eran de hecho una de las más divertidas y Michael era salvaje, yendo tan rápido como podía, intentando chocar con todo el que estuviera desprevenido. Después se daba la vuelta y salía pitando riéndose.
Fuera de la casa de los coches de choque había un montón de pantallas de al menos tres pisos de altura en las cuales Michael decía que podías jugar con los juegos de Xbox, Game Cube o incluso ver películas. Habían sido utilizadas en principio en el escenario de su gira mundial como parte del atrezzo y también como pantallas para ver el concierto. Pasamos este lugar y subimos unas escaleras al lado de la colina llevando unos sacos de yute sobre los cuales rodamos deslizándonos por un tobogán con colinas y cauces profundos muy parecido al que se vería en una feria del condado, solo que mucho mayor. Era lo bastante divertido como para repetir varias veces y Michael parecía pasarlo tan bien como nosotros.
Desde allí me llevó a ver el carrusel del que me había hablado antes. Era toda una belleza. Había animales y asientos tallados a mano en madera que parecían trineos y tenían cabezas de dragón talladas a los lados. A todo alrededor de la atracción estaban las escenas originales pintadas a mano y espejos. Había espejos también en el centro en donde te podías mirar mientras dabas vueltas y salía música detrás de ellos. La música sonaba como un calíope pero no recuerdo haber visto las flautas que podrían producir ese sonido único.
Subimos al Sea Dragon que era en realidad un barco vikingo que subía tan alto que parecía que te ibas a caer de él. Mason se subió en él con reparos y se tapó los ojos todo el tiempo. De hecho paramos la atracción antes de tiempo porque estaba asustado. Había puestos de helados y palomitas diseminados entre las atracciones. Otra atracción en la que estuvimos fue las Sillas Voladoras. Una cosa buena de las atracciones allí era que no había tiempo límite. Tan solo hacías una señal al operador para que parara o siguiera en marcha. Cuando nos hartamos de atracciones, Michael llamó a uno de los Rolls Royces limusinas para recogernos y llevarnos de vuelta a la casa. Michael nos dijo adiós desde la puerta principal y añadió: “Gracias por venir. Me lo pasé muy bien”.
Respondimos lo mismo agradeciéndole por el tiempo tan maravilloso y salimos hacia nuestro coche. Mientras conducía a la salida, dijo Mason: “Eh papi, ¿qué es eso?” Miré en el asiento de atrás y había tres grandes bolsas llenas con todos los juguetes que Mason había rechazado educadamente en la sala de juegos. Eso incluía una Xbox y una Game Cube con unos cuantos juegos para cada una. En otras visitas al rancho sucedió siempre lo mismo. Cuando salía, Michael siempre hacía llenar el asiento de atrás del coche con regalos. Y con el tiempo, cuando Michael empezó a venir a nuestra casa, nunca llegaba sin un puñado de DVDs.
Al día siguiente, Mason fue al colegio y durante el recreo contó a la clase que había estado en casa de Michael Jackson y había cenado con él. Muchos en la clase se rieron y se burlaron diciendo: “Sí, claro. Seguro que fuiste, Mason”. No quisieron creerle. Desde entonces, Mason nunca habló de ello. Guardó para sí mismo todas las visitas de Michael y los viajes al rancho. Con el tiempo, fui a casa de Michael (solo o con mi familia) o él venía a mi casa; a menudo acompañado de Prince y Paris. Nos veíamos o hablábamos por teléfono casi cada semana durante los siguientes cuatro o cinco años excepto cuando él estaba fuera por negocios.
CONTINUARÁ...
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