Anecdota #4: LA EXPERIENCIA EN EL “OMNI” O “¡EY, YA ESTÁ LLEGANDO!” por Sonja Winterholler, Alemania
Primera parte de la anecdota:
Primera parte de la anecdota:
Era agosto de 2004 cuando yo y mis amigas Gitti y Marina reservamos un vuelo desde Munich a Los Ángeles para ver y apoyar a Michael una vez más. El 29 de agosto estaba apunto de llegar y Michael iba a cumplir 46 años. Sabíamos que sería difícil para él porque eran los meses previos a que su juicio (que estuvo basado en mentiras y terribles acusaciones – como ya sabemos todos) diera comienzo. Sentíamos una fuerte sensación de que teníamos que estar ahí para demostrarle nuestro amor y apoyo permanente. Y ¡llevarle algunos regalos de cumpleaños desde Baviera! Llegar a las puertas de Neverland fue muy emocionante y maravillosamente increíble – como siempre.
Los días anteriores al cumpleaños de Michael no sucedió nada especial. Pasamos algunos agradables y cálidos días bajo el sol viendo vacas y ardillas, charlando, haciendo guerras de Super Soakers con otros fans europeos y escuchando con atención algo de música clásica que emergía desde Neverland de vez en cuando. Sabíamos que Michael estaba allí y eso era lo más importante por el momento.
Entonces, llegó EL DÍA – era 29 de agosto. Más y más fans de diferentes países y estados llegaron a Neverland para celebrar el cumpleaños de Michael todos juntos y, tal vez, también junto a Michael… Lo pasamos muy bien en la calle; bailamos, cantamos e inflamos globos de cumpleaños pero, por desgracia, allí no había ninguna señal de Michael. Pasaron las horas y todo lo que vimos fueron algunos coches no identificados y una enorme mezcladora de cemento que no sabíamos lo que significaba. Finalmente llegamos a la conclusión de que Michael solo quería estar con sus hijos en un día tan especial y seguro que ellos disfrutarían en Neverland… Si, era totalmente aceptable que él no saliera o hiciera algo… era SU día, no el nuestro…
Pero - ¿por qué no envío a algunos guardias a recoger sus regalos de cumpleaños por lo menos? ¡Él sabía que nosotros estábamos aquí con nuestros regalos! Hmm, tal vez mañana.
Al día siguiente nuestra decepción se había esfumando - ¡Nuevo día, nueva esperanza! Una vez más, nosotras y otros cerca de 30 fans nos divertimos bajo el sol jugando a juegos más o menos tontos y escuchando música en nuestros coches. En este punto tengo que mencionar que no siempre escuchábamos música de Michael, nuestro repertorio era bastante amplio. Desde nuestro reproductor se escuchaba The Rocky Horror Picture Show Soundtrack, música típica de Baviera, lo mejor de Elvis y algunas otras cosas interesantes… Teníamos la ligera sensación de que algunos de los otros fans estaban un poco irritados por algunas de las canciones que sonaban a todo volumen en nuestro coche, algo que a nosotras nos hizo mucha gracia.
Después de un rato, una camioneta blanca apareció en el interior de Neverland. Era el coche de los guardias de seguridad que se dirigía hacia la puerta. Bajaron dos guardias y nos preguntaron si teníamos algo para el Sr. Jackson que ellos pudieran llevarle… ¡Por supuesto! Todo el mundo salió corriendo al mismo tiempo hacia sus coches para volver en un minuto sonriendo alegremente y con un pequeño paquete (o a veces grade), un dibujo, una carta, una postal, unas flores o cualquier cosa para Michael. Sí, ¡por fin podíamos entregarle nuestros regalos! Después de apilar todo en la camioneta, los guardias volvieron al interior de Neverland y desaparecieron detrás de las pequeñas colinas… Ahora todos estábamos completamente satisfechos e imaginando a Michael desenvolviendo los regalos…
De repente, vimos como otra camioneta blanca que salía de Neverland se acercaba lentamente por el camino… ¡Oh! ¿Quién estará ahí? Todo el mundo enmudeció al mismo tiempo y observamos cómo el coche se detuvo en la puerta. Entre los fans ya nos habíamos dado cuenta de que Michael no estaba en el coche pero, ¿quién era? Entonces, la puerta del conductor se abrió y del coche salió un cocinero. Sí, un cocinero con uno de esos grandes gorros blancos en la cabeza. ¡Qué gracioso! El cocinero se dirigió hacia nosotros y nos dijo: “Traigo algunos helados y refrescos para vosotros. ¡Es un regalo del Sr. Jackson para daros las gracias por vuestros maravillosos regalos!”.
¡Oh, eso fue muuuyyy dulce por parte de Michael! Había sido una reacción muy rápida, así que supusimos que ya lo tenía planeado.
Cada uno de nosotros gustosamente eligió un helado y una lata de refresco. Creo que yo tenía Ginger Ale y un helado muy acuoso, pero que sabía genial y de alguna manera también era muy especial. Le dijimos al cocinero que diera las gracias a Michael en nuestro nombre y que le deseara un feliz cumpleaños (con retraso) de parte de todos sus fans. El cocinero sonrió y asintió con la cabeza. Luego, volvió conduciendo al rancho y también desapareció tras las colinas. Estábamos tan felices. Fuimos a nuestro coche para terminar de comernos el resto del helado. Ahora, después de toda la emoción, ya era hora de que nos relajáramos. Nos tumbamos en los asientos, colocando los pies en la parte superior de las puertas del coche, que estaban abiertas. Entonces, pusimos “Rollin’” de Limp Bizkit – muy alto.
Mientras permanecíamos allí, divisamos otro coche dentro de Neverland: Era una enorme limusina blanca. Vimos como se aproximaba, pero no reaccionamos en absoluto. Lo único que hicimos fue seguir cantando muy fuerte “keep rollin’, rollin’, rollin’…” (sigue rodando, rodando, rodando…) y la limusina lo hizo. Já, ¡Fue tan divertido! Pero, ¡Espera! ¿Qué diablos está haciendo esa limusina allí? Mientras tanto esta ya se había detenido a pocos metros de la puerta, que todavía permanecía cerrada. Los otros fans ya estaban esperando delante de la puerta cuando Marina gritó: “¡Será mejor que vayamos para allá también!” Al escuchar estas palabras de repente se me ocurrió: ¿quién más si no Michael va a estar sentado en una limusina que está saliendo de Neverland? Algunas veces, nuestros cerebros trabajan muy lentamente…
Dejamos nuestras latas de refresco en el suelo, salimos a trompicones del coche y corrimos hacia la puerta. Mi corazón latía como loco cuando se abrieron las puertas de la limusina. Kerry, el guardaespaldas personal de Michael en ese momento, salió y se dirigió hacia nosotros. Nos dijo que retrocediéramos un poco y entonces la puerta se abrió. Kerry dijo que a Michael le gustaría conocer a algunos de sus fans y un segundo más tarde, señaló a tres o cuatro personas. Ellos debían dar algunos pasos para acercarse al coche y esperar allí. Entonces, nos miró al resto de nuevo de arriba a abajo y señaló a otros tres fans.
Una de ellas fue Marina ¡Oh Dios Mío! Pero en ese preciso momento, la chica que estaba a su lado saltó al grupo de los fans elegidos y eso fue todo. Una vez más, fuimos demasiado lentas para intervenir y Kerry tampoco dijo una palabra. Como seleccionaba a los fans al azar, para él no había ninguna diferencia entre los fans a los que se les permitía conocer a Michael. Así, sucedió que nosotros nos echamos para atrás y la puerta se cerró de nuevo. Todo lo que podíamos hacer era observar al pequeño grupo de seis o siete fans que iba a reunirse con Michael. Se les permitió entrar en la limusina en grupos de dos, donde pudieron intercambiar algunas palabras y abrazos con él. ¡Caray, era tan frustrante! Ni siquiera alcanzamos a ver a Michael, mientras que ellos estaban ¡hablando con él!
Después de algunos minutos el tiempo de reunión había terminado, la puerta del coche se cerró y las puertas de Neverland se abrieron de nuevo. La limusina comenzó a moverse y pasó por delante de nosotros, seguida de un todoterreno negro repleto de guardias de seguridad. Michael abrió la ventana y saludó brevemente desde la distancia. En cierto modo sentimos que no era justo, solo éramos unas 30 personas por lo que sencillamente podría haber abierto un poco antes mientras pasaba más lentamente… Más tarde supimos que Michael llevaba a sus hijos con él, por lo que podría haber actuado con especial cuidado.
Aunque en ese momento nos sentimos un poco desanimados una idea recorrió nuestras mentes al mismo tiempo. Sin decir una palabra nos miramos las unas a las otras e inmediatamente corrimos hacia nuestro coche. Marina ya había encendido el motor cuando Stephanie, una amiga nuestra muy querida, llegó hasta nuestro coche. “Willi (su padre) se ha ido a la tienda hace diez minutos así que ¡no tengo coche! ¿Vais tras Michael?” “¡Sí – sube!” fue nuestra respuesta. El único problema era el completo caos que teníamos en el asiento delantero, normalmente no lo utilizábamos así que lo estábamos usando como almacén para todas nuestras cosas como comida, pancartas y mapas.
Cuando Stephanie pudo, por fin, apartar todo a un lado el coche ya estaba en movimiento. Mitad dentro y mitad fuera fue dando traspiés hasta que logró entrar y cerrar la puerta. ¡Pobre Stephanie! Marina aceleró dejando atrás solo una nube de polvo – bueno, y nuestras latas de refrescos en el suelo. Tan pronto como giramos hacia Figueroa Mountain Road ya habíamos alcanzado los coches de Michael ya que nuestra velocidad era mucho mayor que la de ellos. Marina tuvo que pegar un frenazo para no acercarse demasiado al todoterreno. Nuestro coche era un Pontiac Grand Prix, ¡un gran coche con mucha potencia!
Bien, realmente estábamos persiguiendo a Michael – algo que nunca habíamos hecho antes porque pensábamos que era demasiado intrusivo, pero esta situación no nos hizo sentir mal, simplemente era emocionante. Gitti sostuvo nuestra pequeña bandera de Bavaria fuera de la ventana, pero tras unos segundos la retiró rápidamente. En el siguiente cruce, giramos a la derecha para coger una carretera más grande que nos conduciría, como bien sabíamos, la 101. En ese mismo cruce otro coche con algunos fans de Francia ya estaban esperando y se colaron entre el todoterreno y nosotras.
Eso no nos hizo mucha gracia pero en realidad estar o no detrás del todoterreno no tenía importancia. Entonces, nos dimos cuenta de que había un coche más en la persecución. Se trataba de un grupo de dos fans alemanes y uno austríaco llamados Claudia, Jochen y Patrick a los que conocíamos bastante bien, incluso teníamos sus números de teléfono. Mientras nos dirigíamos a la 101 esperábamos que Michael se dirigiera a Solvang o tal vez a Santa Bárbara, ya que no llevábamos mucho combustible.
Pasamos la salida de Solvang y seguimos y seguimos… Apagamos el aire acondicionado para ahorrar combustible y Stephanie llamó a Claudia, que iba en el “coche alemán”. ¡Oh no, tenían el mismo problema! ¿Qué íbamos a hacer? Mientras hablábamos agitadamente alguien tuvo LA IDEA. El coche de Claudia haría una parada en la siguiente gasolinera y se darían prisa para alcanzarnos, así nosotros todavía estaríamos siguiendo a Michael. Entonces nosotras haríamos una parada para repostar y los cogeríamos de nuevo. Já ¡Menudo plan! Michael no se nos iba a escapar…
De modo que Claudia y sus amigos tomaron la siguiente salida que señalizaba una gasolinera y nosotras seguimos conduciendo detrás de la limusina de Michael, el todoterreno negro y los fans franceses. En un rato, los fans franceses aceleraron, cambiaron de carril hasta ponerse a la altura de la limusina de Michael y colocaron un cartel contra la ventana. ¿Qué demonios estaban haciendo? Oh, por fin pudimos leerlo, el letrero decía: “¡Estamos sin gasolina!” Entonces agregaron su número de teléfono, parecían esperar que Michael los llamara. No sé si lo hizo…
Después de eso, cambiaron de carril de nuevo, nos saludaron y cogieron la siguiente salida. Nosotras les devolvimos el saludo y seguimos adelante con los ojos pegados al indicador de combustible. En realidad, Gitti y yo teníamos un segundo problema. Teníamos que ir al baño urgentemente… ¿Dónde estaba el coche de Claudia? ¡Necesitábamos repostar! Debido a que llevábamos el aire acondicionado apagado hacía mucho calor y olía fatal dentro de nuestro coche y además yo sentía una terrible urgencia… Tras unos minutos más, llegamos al océano. Las vistas eran preciosas, pero no había manera de disfrutarlas. Solo pensábamos en que ahora no habría una estación de servicio durante bastante tiempo ya que el Océano Pacífico estaba justamente a nuestra derecha.
Realmente estábamos temiendo quedarnos sin gasolina en medio de la carretera cuando descubrí una señal que indicaba una gasolinera próxima. La señal indicaba hacia el lado izquierdo lo que me confundió un poco. “¡Marina! Rápido, al carril izquierdo!” grité, entonces vi que, efectivamente, existía un carril para girar a la izquierda. Marina giró mientras nos dábamos cuenta del pequeño espacio que había antes de que un montón de tráfico llegara por el carril contrario. “¡Vamos!” y Marina pisó el acelerador. Con un subidón de adrenalina llegamos a la estación de servicio.
Todavía no podíamos creer que acabáramos de hacer un giro a la izquierda en una carretera ¡pero fue todo legal! Mientras que Marina corrió a la caja yo me puse a repostar, Gitti se apresuró a ir al baño y Stephanie llamó a Claudia para decirle que habíamos salido de la autopista. Después de llenar el depósito también corrí hacia el baño, pero todavía estaba ocupado. ¡Oh no, no podíamos perder tiempo! Cuando Gitti salió del baño las cuatro saltamos dentro del coche y salimos corriendo. Para volver a la autopista teníamos que arriesgarnos a hacer otro giro a la izquierda en una vía de varios carriles.
Y después, teníamos que darnos bastante prisa, porque no sabíamos donde estaba el coche de Michael. El coche de Claudia no había logrado cogerlos por el momento, pero ella nos había prometido llamar tan pronto lo hicieran. El tráfico se hacía más denso a media que nos acercábamos a Los Ángeles, así que era muy difícil adelantar. Sin embargo, gracias a Marina y a nuestro Pontiac nos las arreglamos para hacerlo – un coche tras otro. Trascurrieron largos minutos, y con cada minuto que pasaba la esperanza de encontrar a Michael se desvanecía. Estábamos pensando en darnos por vencidas cuando de repente el móvil de Stephanie sonó. “¡Lo tenemos!, ¡Todavía estamos en la 101!”
Recuperamos todas nuestras esperanzas y Marina aceleró de nuevo. Un poco más tarde, Stephanie seguía al teléfono con Claudia, cuando descubrimos que íbamos justo detrás de ellos porque podíamos leer las mismas señales de tráfico. Y ¡Sí! Solo unos pocos coches y un camión enorme nos separaban. Una vez más, nos las arreglamos para adelantar y en el preciso instante en que habíamos alcanzado el coche de Claudia, la limusina y el todoterreno pusieron el intermitente hacia la derecha y tomaron la salida Downtown L.A. Wow, ¡por los pelos! Hubiera sido mucho más difícil encontrarlos allí.
Seguimos a los coches durante varios cruces y giramos varias veces hasta que la limusina y el todoterreno indicaron que se dirigían hacia la derecha de nuevo. Habíamos llegado a la puerta de entrada a un garaje subterráneo de un hotel. Por suerte, inmediatamente encontramos algo así como dos plazas de aparcamiento en la calle (creo que era un área en la que estaba prohibido aparcar), así que pudimos salir de nuestros coches y colocarnos en la parte superior de la puerta del garaje.
Yo, todavía tenía la urgente necesidad de encontrar un baño, pero de alguna manera me las arreglé para hacer caso omiso a eso. La limusina pasó por la puerta y entonces – se atascó en la esquina. Já, ¡era demasiado larga! Después escuchamos a Kerry hablar en el interior de coche, aparentemente con Michael. Una de las puertas traseras se abrió y Michael seguido de sus hijos salió del coche. Desafortunadamente, algunos fotógrafos ya estaban de pie junto a nosotros, así que Michael solo saludó y sonrió brevemente, luego desapareció en el garaje. Pero bueno, ¡él también se había dado cuenta de nuestra presencia! Por supuesto, nosotros también lo saludamos con la mejor de las sonrisas en nuestras caras. ¡Por fin habíamos visto a Michael! Llevaba puesto un pantalón negro, una camisa roja y unas gafas de sol. Se le veía muy relajado.
CONTINUARÁ..
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