Anecdota #6.-AÚN NO HAS VISTO NADA Por Kerstin Reinke, Alemania
Como otros muchos “viajes Michaelianos”, nuestro viaje a Montecarlo (Mónaco) también empezó en la estación central de Munich. Viniendo de diferentes partes de la ciudad y sus alrededores, siempre nos encontramos allí. Era 9 de Mayo de 2000 y Michael iba a recoger un premio especial en la ceremonia de los World Music Awards de ese año, que se celebraba al siguiente día 10 de Mayo en Mónaco. Esta vez éramos solo cuatro amigos de nuestro grupo viajando juntos. Los otros ya habían llegado a Mónaco el día anterior, pero nosotros no pudimos hacerlo debido al trabajo o los exámenes finales que había por esas fechas.
Después de que todo el mundo hubiera llegado, comenzamos nuestra emocionada charla habitual mientras subíamos al tren para partir. Sobre las 5 p.m. llegamos a Verona (Italia) donde teníamos varias horas de parada antes de coger nuestro tren de enlace que saldría a la 1.30 a.m. de la noche. Durante esas horas exploramos Verona, que es una ciudad muy bonita. Nuestros recuerdos de Verona: maravillosos helados, incluso mejor pizza, asombroso Arena Di Verona, muchos murciélagos y el pequeño balcón de Romeo y Julieta (al menos eso pensamos). Tras un rápido cepillado de dientes en el andén de la estación, nos marchamos otra vez. De vuelta en el tren, al menos pudimos descansar un poquito en la cabina de nuestro coche-cama. En el momento en que salió el sol, ya pudimos ver el increíble Mar Mediterráneo, limoneros, preciosas casitas y finalmente, Monte Carlo. Era un día revuelto pero vimos de repente aparecer los altos edificios de la nada.
Después de hacer un poco de “montañismo” a través de la ciudad, que está enteramente construida en el lateral de una montaña, finalmente llegamos a nuestro hotel. Nos refrescamos un poco y nos encaminamos al Hotel De Paris, donde Michael se quedaba, para encontrarnos con nuestros amigos. El día de antes, Michael apareció en la entrada principal del hotel para saludar a los fans pero después de unos minutos, o quizá segundos, volvió rápidamente al interior. Al menos, eso era lo que habíamos oído. Nos alivió ver que no nos habíamos perdido demasiado. Y este día acababa de empezar y nadie había visto señales de Michael aún.
Pronto nos encontramos con otras caras familiares que conocíamos de algún tiempo. Frente al hotel de Michael siempre había como una especie de reunión familiar. Todo el mundo se encontraba con amigos e intercambiaba historias, charlas, risas y por supuesto, especulaciones sobre cómo iría el día y lo que podría hacer Michael. Hoy, sin embargo, estaba claro que Michael tenía que ir a la ceremonia de premios por la tarde, ya que después de todo, era para lo que estaba allí. Parece que se estuvo preparando durante todo el día para esa presentación, porque no fue visto en ningún sitio hasta la tarde. Pero mis amigos y yo tuvimos otras muchas cosas que ver en el Hotel De Paris esa lluviosa tarde. Vimos a Mariah Carey, Ricky Martin y Jean Claude Van Damme, todos dejando el hotel para ir a la ceremonia. Mientras, Michael se tomó su tiempo.
Entre tanto, el reloj dio las 8 p.m. Estábamos seguros de que la ceremonia de entrega en el Sporting Club ya había empezado. Empezamos a preguntarnos si Michael estaría aún en el hotel o si habría salido secretamente por la puerta trasera. Así que algunos fans se encaminaron al Sporting Club y otros fueron a la playa frente al club donde el espectáculo se emitía en una pantalla gigante. Nosotros decidimos quedarnos y esperar en el hotel. Dos horas más tarde –ya pensábamos que la ceremonia debía estar acabando- el conductor de Michael salió y nos dijo que Michael necesitaba un poco más de tiempo para estar listo. No podíamos creerlo pero nuestra esperanza por verle finalmente creció de nuevo. Efectivamente, pocos minutos más tarde aparcaron los coches frente a la entrada lateral del hotel.
Corrimos desde la puerta principal dando la vuelta a la esquina solo para ver a alguien con cabello negro apresurándose para subir al coche. Obviamente, Michael ahora tenía prisa por llegar a tiempo al Sporting Club para su aparición en la ceremonia, que estaba prevista para el final del espectáculo. Así que todo lo que conseguimos ver fueron las luces traseras de los coches y oír un par de toques de claxon.Nuestra reacción inicial fue correr hacia la playa para al menos ver a Michael en la pantalla aceptando su premio. Sin embargo, después de correr unos minutos, decidimos mejor volver al hotel para estar en primera fila cuando él volviera.
Esperamos en la misma entrada lateral de donde Michael había partido. Y esta vez nuestra decisión fue correcta. Nos las arreglamos para conseguir estar en un “lugar de primera fila” en las vallas y solo segundos más tarde, el convoy de coches dio la vuelta a la esquina. Uno de los coches aparcó directamente frente a nosotros. En ese momento, estábamos mirando a una ventanilla de luna tintada. Es un instante extraño, verte reflejado en la ventana de su coche y no saber dónde mirar o qué hacer –simplemente mirar como un tonto. De pronto algunos fans comenzaron a tomar fotos básicamente de la ventanilla tintada, sin embargo a través de los flashs de las cámaras, pudimos ver claramente la cara de Michael tras la ventana. Estaba sentado y nos miraba directamente a nosotros. Honestamente tuve miedo por unos segundos y entonces, no supe qué hacer de nuevo, ahora más aún sabiendo que Michael nos estaba mirando.
Milagrosamentesentimos el nerviosismo incrementarse incluso más allá de lo que había ocurrido en esos dos minutos. Los gritos de los fans comenzaron a ser más y más altos hasta que finalmente la puerta del coche se abrió y Michael salió. Ahora el coche estaba entre Michael y nosotros, con lo que no podíamos verle. Como locos, buscamos una solución para conseguir elevarnos y poder ver por encima del coche. Pero los maceteros cercanos a nosotros estaban abarrotados también. De repente, algunos fans perdieron el equilibrio y cayeron al suelo. Esa fue nuestra oportunidad y pudimos poner el pie en un lado del macetero para subir. ¡Finalmente pudimos VER a Michael!
Michael con la chaqueta de los dragones plateados
Simplemente estaba asombroso. Sonreía e iba vestido todo de negro con dos dragones plateados decorando su chaqueta. Tuvimos que defender con ganas nuestro sitio en el macetero porque constantemente nos tiraban de él. El techo del coche de Michael estaba aún ligeramente abierto, con lo que tratamos de agarrarnos de allí y finalmente nos situamos en el techo del coche. Pero incluso allí arriba sentíamos como otros fans tiraban de nuestra ropa y nuestros pies. De ese modo, perdí el apoyo al cabo de un rato y caí al suelo. Tumbada justo en la parte trasera del coche, traté de levantarme de nuevo pero entonces ví a Michael moviéndose a unos pasos más cerca de las vallas, justo a mi lado. De repente, no hubo más barreras entre él y yo.
Me quedé sentada en el suelo, simplemente mirándole firmar autógrafos y estrechando manos por unos momentos. Me sentí paralizada y de alguna manera, no podía levantarme. La policía estaba muy ocupada manteniendo a las masas bajo control de nuevo, mientras Michael retrocedió entre los dos coches y se dirigió hacia la puerta de entrada. De nuevo desapareció de mi vista. Muchos fans saltaron las vallas o el coche para alcanzar a verle. Solo después de que estuvo dentro del hotel, la situación se calmó lentamente.
Después nos echamos en brazos unos de otros por un rato, ¡llorando de alegría! Esos momentos, tan cortos como podrían haber sido, fueron tan intensos que no los olvidaré jamás…Pero las palabras de Michael en el discurso de aceptación del premio aquella noche se volvieron realidad para nosotros al día siguiente “¡Aún no habéis visto nada!”
GRAN sorpresa en el Hotel De París, 11 de Mayo de 2000.
A primeros de la tarde, nos sentamos en el lado del hotel de Michael que daba al mar, disfrutando de las vistas (no del mar naturalmente, si no de la ventana de su habitación) y de un almuerzo tardío. De pronto, una chica que conocíamos vino corriendo y nos dijo que parecía que algo podría pasar pronto en la entrada del hotel y que era mejor que nos fuéramos hacia allí. Inmediatamente dejamos nuestras baguettes y los globos con los que habíamos estado saludando a una posible sombra de Michael en una de las ventanas, y corrimos a la mencionada entrada al otro lado del edificio.
Aparentemente, Michael quería ir de compras así que nos aseguramos prudentemente un buen lugar en las vallas. Los coches estaban ya aparcados frente a la puerta de salida y efectivamente, un rato después llevaron a los niños de Michael, seguidos al momento por su padre. Los fans mantenían en alto carteles y dibujos y una vez más la histeria se desató. Por un breve momento, Michael nos miró, saludó y entonces se sentó en un pequeño Smart negro, discretamente aparcado entre los dos grandes coches.
Esta vez llevaba una mascarilla roja. Tras tocar la bocina un par de veces, su pequeño coche se movió unos metros antes de ser rodeado y completamente atrapado por una masa de fans. Todo el mundo saltaba alrededor eufórico, tocando las ventanas del pequeño coche y bloqueando la calle. Vimos claramente a Michael durante todo el tiempo, sentando en su minúsculo coche de solo dos asientos, sin maletero y naturalmente sin ventanillas tintadas. Él nos saludaba pero también parecía un poco nervioso viendo la masa de gente rodeándole. La policía estaba ocupada en hacer un poco de sitio para que el coche avanzara. Finalmente, con un poco de ayuda de los coches más grandes, el Smart consiguió salir a toda velocidad. Presas de la emoción, la mayoría de los fans corrieron tras los coches pero se dieron por vencidos tras la primera esquina. Los coches pequeños también pueden ir rápido.
Mis amigos y yo volvimos inmediatamente a la entrada del hotel. Pusimos a la carrera las vallas de vuelta a su sitio y ocupamos el mejor lugar tras ellas, al lado izquierdo de la pared próxima a la puerta de entrada. Momentos después, las vallas estuvieron completamente ocupadas por fans, todos esperando el regreso de Michael. Y en efecto, pocos minutos más tarde, el convoy regresó. El Smart se paró solo a tres metros de donde estábamos y pudimos ver a Michael sentado en el coche. Señalaba varios dibujos que quería firmar. Mientras tanto, llevaron a sus niños de vuelta al hotel. Esta vez, Michael se tomó mucho tiempo e incluso firmó algunos dibujos por dos veces, como el de uno de mis amigos al que le firmó por delante y por detrás, probablemente porque cada lado mostraba un dibujo diferente.
Los guardaespaldas recogían también regalos y carteles para Michael. Yo mantenía cogidos mi bandera pintada por mí de “Blood on the Dance Floor” y una postal de Peter Pan. Cuando Michael salió del coche y pasó por los fans hacia la puerta del hotel, anduvo personalmente hacia donde yo estaba y cogió mis regalos. El corazón se me hundió literalmente en el pecho cuando se detuvo frente a mí, a solo unos 30 centímetros de mí, y miró todos los carteles que sus fans mantenían en alto. Mientras miraba algunos carteles que había recogido y firmaba algunas fotos más, se giró de manera que me dio la espalda.
En ese momento, simplemente necesité tocarle. Suavemente extendí una mano y con delicadeza toqué su espalda un par de veces. Su camisa de seda era increíble y tuve la sensación de que incluso le divertía. A pesar de la emoción, también intenté hacer algunas fotos. Me las ingenié para tomar una foto muy especial de Michael en un momento cuando la luz que caía sobre su pelo, reflejaba la forma de un corazón. Intenté memorizarlo todo. Los momentos en que estuvo tan cerca de mí, realmente parecieron tanto tiempo, casi como una eternidad. Aún sujetaba mi bandera en su mano mientras firmaba más autógrafos. Le pasé algunas fotos de fans que había detrás mía para que pudiera firmarlas y luego las pasaba de vuelta a sus propietarios. Fue una situación única, tan especial.
De repente se giró y me miró directamente a los ojos y cogió mi mano. Entonces, dio un paso al lado y desplegó mi bandera. Le dio a uno de sus guardaespaldas dos de las esquinas del lienzo de seda de 90cm por 90 cm, mientras él mantenía agarrada con firmeza las otras dos esquinas. Luego abrió un rotulador negro y literalmente firmó con un gran autógrafo y me devolvió la bandera. Estaba totalmente sorprendida. No preví algo así porque realmente aquello era un regalo para él. Me miró cariñosamente y me dijo “Es maravilloso”. Me quedé sin palabras. Dos veces le dije “Gracias, gracias pero ¡es para TI!”. Pero él me dijo: “Es tan maravilloso, ¡pero es para TI!. Esto es para ti”. Por un breve instante cogió mi mano de nuevo y la apretó con firmeza. Entonces desapareció al entrar al hotel. No podía creer mi suerte mientras lágrimas de alegría me caían por la cara.
Poco después, mi corazón volvió a un ritmo normal y volvieron a aparcar los coches en la entrada. De nuevo llevaron a sus niños al coche seguidos de Michael. Ahora solo saludaba brevemente y lanzaba algunos besos antes de marcharse para ir de compras. Defendimos nuestro lugar en las vallas y esperamos sobre unos 90 minutos hasta que Michael volvió. Llevaron a sus niños dormidos rápidamente al interior del hotel. Todos los fans trataron de hacer todo lo posible para estar en silencio para no despertarles hasta que estuvieran dentro. Todo lo que podías oír eran shusssshhhh por todas partes.
Prudentemente, Michael permaneció dentro del coche varios minutos y pasó el tiempo diciéndole a sus guardaespaldas qué carteles quería que le recogieran. Había traído una segunda bandera pintada, la cual decidí mantener lo más alto que pudiera. En esta había pintado a Michael sentado en un columpio, rodeado de niños. No podía creer mi suerte tan pronto cuando uno de los guardaespaldas se detuvo justo frente a mí y sonriente, cogió mi bandera. Sonriendo de oreja a oreja, se situó frente al coche para enseñar a Michael mi regalo. Contuve la respiración cuando de repente, Michael alzó ambos pulgares y con entusiasmo saltó en su asiento. Fue tan dulce.
Poco después, salió del coche para firmar más autógrafos y entonce vino derecho hacia mí de nuevo. Llevaba un rotulador en la mano y estaba buscando con la mirada entre la multitud para encontrar al propietario del bolígrafo. Se encogió ligeramente de hombros, asintiendo amistosamente hacia mí y antes de que pudiera protestar, tenía el bolígrafo en mi mano. Michael saludó una vez más y desapareció dentro del hotel. Contentísima, me senté en el suelo. Todo un día de pie, estrujada tras las vallas deja su marca. Cada hueso dolía, algunos cardenales también pero por aquellos maravillosos momentos con Michael, todo merecía la pena.
Siempre recordaré ese día porque nunca estaré tan cerca de Michael, nunca más…
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